“Es que los chavales de hoy se emborrachan como mirlos”, dicen algunos, como si nos encontráramos ante un fenómeno reciente. “Bah, siempre se ha bebido; tampoco hay que exagerar”, sentencian otros, quitándole hierro al asunto.
Y entre ambos extremos, como ocurre tan a menudo, la realidad, ni tan negativa como se desprendería de algunos discursos alarminstas, ni tan irrelevante como parecen preferir otros